Después de soportar durante largos meses o años, un dolor crónico intenso y de origen desconocido, un buen día le comunican: «Todo está dentro de su cabeza». No puede dar crédito a sus oídos. ¿Es eso posible?. En cierto modo, sí, puesto que la sensación dolorosa surge en el cerebro. No obstante, múltiples factores contribuyen a que ese malestar persista, y a pesar de los avances científicos y la medicina, aún hoy en día estos factores siguen siendo desconocidos. Asimismo, una sensación dolorosa puede surgir sin que se acompañe de una lesión. Ello ocurre porque el dolor consiste, precisamente, en una sensación.
En 2007, Serge Marchand y otros científicos de la Universidad de Sherbroocke demostraron que la sensación de dolor aumenta si creemos que un estímulo nos va a hacer daño. Inconscientemente, impedimos que actúen los mecanismos naturales del cerebro y la médula espinal para la inhibición del dolor. También en 2007, Luana Colloca, de la Universidad de Turín, junto con otros investigadores, hallaron que cuando una persona tiene expectativas negativas y sospecha que el dolor se agravará segrega más colecistiquinina, un neurotransmisor que facilita la sensación dolorosa.
Otro factor implicado en la percepción del sufrimiento y sus consecuencias es «la memoria del dolor» o, con otras palabras, las modificaciones duraderas que produce en los circuitos neuronales y cerebrales. En esas circunstancias, el dolor crónico origina importantes alteraciones psicológicas: entre ellas, ansiedad, depresión o trastornos cognitivos. Em 2015, Catherine Bushnell, de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos, junto con otros científicos, demostró que el estilo de vida, el yoga, la meditación, la hipnosis, el ejercicio físico y un ambiente social favorable atenúan el estrés, la ansiedad y la depresión. Ese efecto se precia incluso en la actividad cerebral.
La percepción del dolor se acompaña de una actividad cerebral en la que participan diferentes regiones cerebrales: la ínsula, el tálamo, la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal. En 2014, Jonas Tesarz, de la Universidad de Heidelberg y otros investigadores analizaron numerosos trabajos que analizaban, mediante técnicas de neuroimagen funcional, la actividad cerebral de pacientes con dolores crónicos. Se constata que en el dolor crónico existe una activación del las estructuras anteriormente mencionadas.
La sensibilización central (SC) ha sido definida como una «amplificación de la señal neural dentro del sistema nervioso central que desencadena hipersensibilidad al dolor». La SC ha sido recientemente reconocida como un importante mecanismo fisiopatológico que engloba a diferentes grupos de poblaciones con dolor crónico, incluyendo a pacientes con fibromialgia, dolor lumbar crónico, y síndrome de dolor miofascial. Las condiciones para que se desarrolle SC son la persistencia de dolor durante al menos 3 meses o episodios de dolor en los últimos 6 meses sin causa anatómico-física aparente.
La estimulación magnética transcraneal (EMS) es otra una técnica usada en el tratamiento de la SC. Consiste en una estimulación del córtex cerebral de una forma no invasiva. La estimulación repetitiva de EMS del córtex motor o del córtex prefrontal dorsolateral podría actuar específicamente sobre los mecanismos involucrados en los procesos de SC, recuperando el flujo sanguíneo normal en varias estructuras cerebrales involucradas en el sistema descendente inhibitorio, como el mesencéfalo, el tálamo y el córtex cingular anterior.
La estimulación magnética transcraneal (EMT) es una técnica de tratamiento que permite la inducción, de forma segura y no invasiva, de una corriente en el cerebro. Ofrece una alternativa para el tratamiento de un gran número de patologías, incluyendo el dolor crónico (por ejemplo, migrañas, dolor neuropático o dolor visceral). La técnica se basa en los principios de inducción electromagnética descubiertos por Michael Faraday en el siglo XIX. Sin embargo, fueron Anthony Barker y sus colaboradores quienes, en 1984, consiguieron desarrollar un estimulador capaz de despolarizar neuronas en la corteza cerebral y evocar movimientos contralaterales al activar vías corticoespinales. Desde entonces, se ha producido un rápido incremento de las aplicaciones de la EMT en la clínica y en la investigación.
En Neuroekin, disponemos de un equipo de Estimulación Magnética Transcraneal y estamos realizando entre otros, tratamientos para el dolor crónico, obteniendo nuestros primeros resultados clínicos. Mostramos algunos testimonios de pacientes que han sido tratados en nuestra clínica.
A modo de conclusión, es evidente y actualmente existe suficiente bibliografía disponible para sostener que algunos pacientes con dolor crónico presentan mecanismos de hipersensibilidad central al dolor. Estos mecanismos parecen ser los causantes de la perpetuación del dolor en el tiempo, aunque se desconocen algunos de los procesos por los que se desencadenan. En cuanto a la terapia de estos pacientes, existen varias alternativas, aunque no hay un consenso sobre el gold standard. Se precisan futuras investigaciones que profundicen más en la fisiopatología del dolor crónico que afecta a una gran parte de la población y supone una causa frecuente de demandas judiciales, indemnizaciones, gasto sanitario y persistencia prolongada en el tiempo de dolor y discapacidad para algunos pacientes, que en ocasiones son tildados injustamente de simuladores.
La Estimulación magnética Transcraneal en un tratamiento con evidencia científica en la mejoría clínica del dolor crónico.