Desde el inicio de la pandemia COVID-19 ha aparecido información contradictoria acerca de la incidencia de ictus en enfermos de COVID-19 y sobre el riesgo de los enfermos con antecedentes de ictus de padecer la pandemia.
De forma provisional, se puede concluir que los antecedentes de ictus aumentan 3 veces el riesgo de fallecer por COVID-19. En este momento el ictus no parece una de las complicaciones principales de COVID-19. Sin embargo, el virus invade el parénquima cerebral, endotelio, corazón y altera la coagulación, por lo que tiene capacidad para producir ictus, ante lo que debemos estar vigilantes. Una infección por SARS-CoV-2 puede presentarse junto con un ictus, sin tener síntomas respiratorios previos.
En mi opinión, aunque ya es conocido que la infección por coronavirus produce síntomas neurológicos, existe otra realidad dramática que asienta en todos aquellos pacientes que han sufrido un ictus de causa común, y no han recibido la asistencia aguda necesaria. En nuestro ejercicio médico como neurólogos, hemos comprobado una disminución en los ingresos de ictus durante los primeros meses de la pandemia, en gran medida porque los pacientes decidían permanecer en sus casas por miedo. Con ello, han perdido una oportunidad de tratamiento agudo que en algunos casos cambia drásticamente el pronóstico de recuperación.
Por otra parte, estos pacientes han sido dados de alta a sus domicilios en ocasiones en situación de alta dependencia, no pudiendo acceder a los dispositivos de ingreso en hospitales de media estancia o residencias, que se encontraban sobrepasados con una tasa alta de infecciones por Covid. Estos pacientes y sus familias han librado solos una batalla dura sin apoyos asistenciales. Un tiempo en el que además, tampoco se ofrecía rehabilitación ambulatoria.
Desde “Neuroekin” hemos podido trabajar esos meses de confinamiento mediante telerrehabilitación gratuita con algunos pocos pacientes, y aportar pautas concretas de manejo. Ha sido una experiencia muy satisfactoria y los pacientes en esta situación han agradecido también nuestra ayuda.
En este sentido, la crisis por el SARS-CoV-2, es probable que modifique nuestra forma de trabajo. Posiblemente generalicemos las nuevas herramientas tecnológicas que todos hemos aplicado últimamente a partir de las necesidades de prevención para evitar contagios por el virus. Teletrabajo para muchos, y también telerrehabilitación.
Resulta interesante el artículo publicado en junio en la sociedad de neurorrehabilitación sobre el futuro tras la pandemia. Ver en el enlace.
«Futuro de la Neurorrehabilitación tras la pandemia por el SARS-CoV-2».
El miedo al contagio y al riesgo potencial de fallecimiento, justifica que muchos pacientes tras un ictus no emprendan el camino de recuperación mediante una rehabilitación integral. Pero existe también un “Código neurorrehabilitación”. Un periodo ventana donde se pueden alcanzar los mejores pronósticos de recuperación, y esto se establece en los primeros meses tras el daño cerebral. Mantener el aislamiento en casa supone una clara pérdida de oportunidad en cuanto a neuroplasticidad cerebral y capacidad de recuperación funcional.
Cuando se ponga fin a esta crisis sanitaria, en mi opinión deberemos de afrontar los daños colaterales en términos de pérdida de salud. Los pacientes con patología neurológica han empeorado, y se ha perdido en muchos casos el seguimiento neurológico habitual. La esclerosis múltiple, la migraña, la epilepsia, el parkinson, el alzheimer o el ictus entre otros, asomarán con mayores necesidades. Y desde luego que ahí estaremos para atenderles, a nuestros pacientes de siempre y a aquellos con afecciones postcovid.
About Dra. Begoña Belarrinaga Ojanguren
Licenciada en Medicina por la UPV, realizó estudios previos de Licenciatura en Psicología por la U. de Deusto, completando un Máster de Psicología Clínica en el Hospital Aita Menni, donde tuvo la oportunidad de trabajar por primera vez con pacientes con daño cerebral adquirido.
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