La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido oficialmente la fibromialgia (FM) y el síndrome de fatiga crónica (SFC) como enfermedades crónicas que afectan de forma significativa la salud y la calidad de vida de las personas que las padecen. Sin embargo, todavía existe un grado de desconocimiento elevado sobre las mismas debido, en parte, a la ausencia de mecanismos fisiopatológicos propios, la multiplicidad de síntomas que individualmente pueden ser comunes en la población general, la fluctuación de su curso y del solapamiento con otras entidades de diagnóstico exclusivamente clínico.
La FM y el SFC son dos enfermedades caracterizadas por el dolor, la fatiga y los trastornos del sueño. En ambas patologías, tanto la etiología como los mecanismos que desencadenan la enfermedad son hoy por hoy desconocidos.
La FM es un síndrome clínico caracterizado por dolor generalizado que se localiza en zonas musculares, tendones, bolsas y raquis. A los síntomas principales, como son el dolor y el cansancio, se añaden rigidez muscular, parestesias matinales, sueño no reparador y trastornos psíquicos (ansiedad y depresión). Actualmente se considera que la FM es la causa principal de dolor crónico. Se han formulado distintas hipótesis de posibles agentes desencadenantes de la FM, entre ellos: factores infecciosos, traumas físicos y emocionales, cambios hormonales, o la existencia de niveles anómalos de algunas sustancias químicas relacionadas con el transporte de los estímulos nociceptivos involucrados en la transmisión y amplificación de la sensación de dolor. Sin duda, en la base de estas patologías se encuentra el síndrome de sensibilización central. Es un proceso patológico que afecta al sistema nervioso central que consiste en un descenso del umbral de dolor y una percepción alterada de estímulos normalmente no dolorosos. Consiste en un estado de hiperexcitabilidad neuronal ante un estímulo periférico, de tal forma que hay una respuesta dolorosa exagerada en intensidad y duración (hiperalgesia), así como la percepción de dolor ante estímulos normalmente no dolorosos (alodinia). Finalmente, estas sensaciones amplificadas pueden expresarse como las artralgias y mialgias de la fibromialgia, o bien cefaleas, o malestar abdominal y pélvico, y muchas otras manifestaciones para las cuales, en principio, no se encuentra una causa médica explicable.
Este proceso de sensibilización central del dolor es un elemento común de varias enfermedades caracterizadas por el dolor crónico, tales como la fibromialgia, el síndrome de dolor miofascial, el síndrome de vejiga irritable, el síndrome de fatiga crónica, el síndrome del intestino irritable, dolores de cabeza (cefalea tensional y migraña), el síndrome de piernas inquietas, algunos trastornos de la articulación temporomandibular, el síndrome de dolor regional complejo, la cistitis intersticial, la sensibilidad química múltiple, el trastorno por estrés postraumático, y la vulvodinia entre muchas otras patologías o síndromes con los que puede sobreponerse.
En Neuroekin, estamos obteniendo resultados positivos en el tratamiento del dolor crónico mediante la técnica de estimulación cerebral no invasiva: Estimulación magnética transcraneal (EMT). Es una técnica de estimulación cerebral focal, indolora y no invasiva, que sigue los principios fundamentales de inducción electromagnética, donde una corriente eléctrica en la bobina de estimulación genera un campo magnético. Cuando la bobina se sitúa sobre la corteza primaria motora y se aplica una intensidad adecuada, se obtiene una respuesta motora en la mano contralateral a la corteza estimulada. La corriente intracraneal inducida fluye de forma paralela a la superficie del cerebro, activando preferencialmente los elementos dispuestos horizontalmente, que, en su gran mayoría, se trata de interneuronas y neuronas piramidales.
La finalidad de esta técnica es modular la excitabilidad de la corteza cerebral a través de la aplicación de breves pulsos magnéticos sobre el cuero cabelludo. Los efectos adversos de la estimulación magnética transcraneal son leves y es una técnica bien tolerada.
En resumen, se consigue inhibir la amplificación cortical que existe ante el dolor. Se trata de una neuromodulación cerebral dirigida a disminuir la hiperexcitación basal de estructuras cerebrales como el sistema límbico, la amigdala y otros, que se encuentran patológicamente activadas. Es decirle al cerebro: «para, relájate, no tienes que defenderte de nada, no hay ninguna amenaza». El reto estriba en hacerlo a través del propio lenguaje del cerebro: mediante actividad eléctrica cerebral.